La práctica artística de Amanda Bouchenoire se asimila a una búsqueda de elevación espiritual a través de la imagen. Desde sus inicios, el arte ha sido para ella un refugio, un espejo y una herramienta de transformación. A través de la fotografía explora la relación entre percepción, emoción y materia, utilizando superficies reflectantes —agua, vidrio, metal y ojos— como umbrales hacia dimensiones interiores y estados sensibles.
Su obra se construye desde lo cotidiano. Lejos de lo espectacular, su mirada se posa sobre lo inmediato, revelando lo extraordinario en lo aparentemente insignificante Durante más de veinte años y a través de múltiples exposiciones individuales y colectivas, Bouchenoire ha desarrollado un cuerpo de obra coherente y en evolución, centrado en la fragilidad del mundo y su capacidad de revelarse en lo más simple. Su fidelidad a los elementos reflectantes no es casual: estos devuelven imágenes fragmentadas y funcionan como espejos del alma y del entorno.
Convencida de que no existe una única versión de la realidad, su trabajo propone una apertura perceptiva. El arte, en su práctica, actúa como catalizador de conciencia, cuestionando los códigos visuales y despertando la sensibilidad. Su obra invita a la contemplación y en un acto de conexión, empatía y posibilidad de transformación.
En tiempos de incertidumbre, su práctica se afirma como un ejercicio de resiliencia: una forma de reinventarse desde la creación, de encontrar belleza en lo cercano y de viajar sin moverse. Basta con mirar con profundidad, con sensibilidad, y con la voluntad de ver lo positivo incluso en lo más simple. La cámara, entonces, no solo registra: revela.